En el istmo centroamericano somos, junto a El Salvador, el país que menos inversión extranjera atrae. En los últimos años la inyección de capital extranjero cayó desde los mil 400 millones de dólares a los 800 millones, que en promedio capta anualmente el país.

Y cómo si eso no fuera suficiente, somos ya la nación con más desempleo en el área. Tenemos a más de dos millones de hondureños sin trabajo, y en el último año, expulsados por la pobreza y la violencia, más de cien mil compatriotas emigraron irregularmente a los Estados Unidos y a otros países en busca de las oportunidades que ya no tenían aquí.

Aciagos tiempos de incertidumbre, y para muchos hondureños, de angustia y hasta de desesperanza. La caída de casi todos los indicadores económicos obligaron a las autoridades del Banco Central a modificar, al cierre del año pasado, las proyecciones de crecimiento, mientras el sector empresarial iniciaba el 2024, llamando de nuevo a las autoridades de gobierno, a articular estrategias que permitan reencausar el camino hacia la generación de oportunidades a través de nuevas inversiones y proyectos.

Los inversionistas privados nacionales, bajo el liderazgo ahora de una mujer, la agroindustrial Anabel Gallardo, le han recordado a la administración de doña Xiomara Castro la necesidad de hacer un frente común contra el flagelo del desempleo, pero también, contra lo que aquí sigue generando incertidumbre, desasosiego, que es lo qué en esencia, provoca tantas trabas a la inversión y al mismo crecimiento económico.

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En Honduras, cerca de tres millones de personas en edad de trabajar viven bajo el parámetro de inestabilidad laboral y más del  44 por ciento de la población económicamente activa no tiene un empleo.

Ocho de cada diez hondureños apenas subsisten en el sector informal, y esos datos alarmantes y dramáticos deberían incidir para tener claro cuáles son los urgentes y complejos asuntos con los que hay que lidiar.

En el país no se pueden seguir atizando las llamas que calientan ese hervidero de problemas que urgen soluciones y medidas.  La falta de trabajo y las conspiraciones que desde el mismo gobierno se alientan, como así lo denunció el diputado de Libre, Yahvé Sabillón, contra el generador privado de empleo, han encendido la llama de una olla de presión a punto de estallar. 

Han estado llevando al país a un serio problema, tanto económico como social, que provocará un tsunami de consecuencias impredecibles.

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Eliminaron la Ley de Empleo por Hora, y ahora han engavetado un proyecto de ley presentado por la bancada del Partido Liberal, hace dos años atrás, que serviría para resarcir el daño causado a la empleomanía parcial o temporal con la derogación del marco laboral especial anterior, mientras persisten en empujar su propio proyecto denominado por ellos mismos como Ley de Justicia Tributaria, el que según la iniciativa privada, está orientado a quitarle los últimos incentivos que los inversionistas nacionales y extranjeros han tenido para traer sus capitales al país. 

Señores y señoras del gobierno. Es la hora de ponerse serios. El crecimiento económico y el bienestar de la población, tanto como su aspiración a una vida digna, se cimenta sobre la base de políticas públicas y de la seriedad con la que hay que abordar la problemática nacional. Prioridades, enfoque y claridad en lo que se debe hacer.

Para los hondureños sus problemas son acuciantes y ya no pueden esperar.                                                                                                    

Es la hora de actuar, trazar pero ya la hoja de ruta y definir una agenda clara y agresiva para revertir los indicadores y frenar la escalada de desempleo, migración y desesperanza que priva entre la población. Al fin y al cabo, se trata de la misma supervivencia de la población hondureña.

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